Partida con Fernando Savater
Esperando en un restaurante a que me llegara el turno para coger mesa, le pedí al camarero un periódico y justamente me salió al azar un artículo del filósofo Fernando Savater. No sé si con “be” o con “uve”, a fin de cuentas “zapatero” que, supongo, es lo que quiere decir el apellido catalán en nuestro idioma. Ya otras veces me había parecido que este señor faroleaba, alardeaba de ser puro cual María Goretti, y repartía mandobles a todo lo que se moviera y que a él le pareciera antiético; porque este señor presume de ético perlipelambrético, pero a mí no me engaña. No me engaña porque en el año 1993 jugué con él una partida y -nunca lo hubiera sospechado a tenor de sus escritos- me hizo trampa, una soberana trampa.
Oía yo un refrán a mis antepasados: “En la mesa y en el juego se conoce al caballero”;. Y yo conocí aquella noche al susodicho. Fue en Barcelona, en un hotel de cinco estrellas del que ya no recuerdo el nombre, en la calle Diagonal. Empezó la partida como si tal cosa, y cuando teníamos que enseñar las cartas, yo tenía póker de reyes, y él tenía trío de ases y un seis de otro palo. ¡Le había ganado la partida!
Pero inesperadamente -inocente de mí, pues nunca lo hubiera sospechado- noté unos movimientos extraños de los señores que lo respaldaban y disimuladamente le retiraron como trileros el seis de marras, y le pusieron en sus manos el as que le faltaba para ganar con póker de ases. Me quedé de piedra, pero él terminó la cena jubiloso, triunfante, sonriente y coloradote, y se llevó toda la pasta de la mesa. Era una cantidad importante de dinero... Este señor es un tramposo en el juego, y yo sigo la consigna de mis mayores para calificar a las personas. Aquella misma noche jugué en la misma mesa con otra personalidad mucho más importante, pero eso es otra historia. El término imaginario de la metáfora es la partida de póker pero el término real fue mucho más decepcionante.
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