“La generación de internet” (Poesía)


Cuando leo a autores desconocidos por internet, me llevo una grata sorpresa. Desde la “Generación del 27” no había nada igual, porque la llamada “Generación del 36” es confusa y muy entreverada de condicionamientos de guerra y política sin auténtica libertad para que fuera una poética absolutamente sincera. Es más, a esta que yo llamo “La generación de internet” es una poesía profunda, de imágenes sin igual, diversa en su ideología, y sin marcar obediencia a ningún señor al que halagar: libre en sus alas y por lo tanto la que mejor refleja la diversidad de cerebros en su concepción estética que componen el mundo interior actual, al no marcar una corriente dirigida por nadie. Y no me refiero a la poesía publicada en los “blogs” de poetas que han tenido la suerte de que una editorial les haya publicado sus libros, sino a los poetas que nunca, nadie, se había parado a leer. Cuando yo era profesor y obligaba a los alumnos a empezar en primero de BUP, componiendo una retahíla de octosílabos rimando en asonante, igual que cientos de compañeros por todos los institutos de España, pretendíamos que escribieran, que expresaran lo que sentían, que fueran sinceros y que corrigieran  perseverantemente su léxico, su sintaxis, y que se leyeran unos a otros en las revistas internas de los institutos. Recuerdo con afecto, y como muestra, a los alumnos de mi colega Ignacio Salvador en un instituto de Murcia y su poesía excelsa expresada en “haikus”. Por indicar una muestra, vean, vean y lean a poetas actuales ninguneados por editoriales famosas y descubiertos por este medio. Aquella semilla del machaqueo cotidiano de las clases de lengua, que parecía haber caído entre rocas secas, encontró  vetas para enraizar profundamente y ha florecido, al fin, un vergel deslumbrante. Enhorabuena a los innumerables autores de la “Generación de internet”.
Una muestra:


Es la hora

Es la hora en que se nombra

el espíritu con hambre

de ritos que cantan sin vergüenza,

sin alambres fronterizos

en campos desiertos de fragancias,

con ansia de sangre celeste.


No comeremos crepúsculos

encadenados como un perro preso,

no leeremos salmos

desmayados y epilépticos,

tibios y estrambóticos,

límbicos y deliberadamente simples.


Amamos

la sorpresa que genera 

el frenético despiste de una abeja adolescente,

la plenitud de su instinto en ráfagas

que suenan a lluvia de verano

cuando revelan el plano de las sinapsis

que no saben de esperas.


Amamos 

las venas violetas en el horizonte rojo

de otros atardeceres.  (Susi Underground) 

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