Los cátaros. Tesela que nos dejó Bossuet.

No tenemos ni un solo escrito  de los cátaros, lo que si tenemos son discusiones sin cuento acerca de ellos, discusiones teológicas , a veces encarnizadas, entre los autodenominados  “Doctores de la Iglesia”.

Los cátaros no fueron frailes díscolos como pudiera parecer, que en su vanidad religiosa se mostraran más observantes y puros que sus correligionarios. Eran seglares, es decir gentes del siglo, constructores y carpinteros, que eran libres y trabajaban en los oficios de los que merodeaban por los monasterios y se contagiaban de la cultura de los frailes que eran los que sabían leer y escribir. Los labradores estaban sujetos a la tierra, no eran libres, eran posesión de los señores y no tenían libertad de movimientos; además, eran analfabetos.

¿Por qué hoy día los aficionados al ocultismo y también historiadores académicos ven a los cátaros envueltos en misterios y los explican con un halo de esoterismo?

En la Edad Media, la oficialidad no la constituían los departamentos universitarios, que no existían, sino los llamados “Doctores”  que tenía la Iglesia de Roma, que creían que podían responder, teniendo  la razón, a cualquiera que no acatara al pie de la letra sus cánones o doctrinas.

Como no se conserva documentación contundente, ya que se les quemó todo cuanto poseían, se han sucedido opiniones e interpretaciones de los historiadores acerca de los cátaros, hasta que en la segunda mitad del siglo XX Jean Duvernoy recobra la opinión de los doctores de la Iglesia medieval de que los cátaros eran el azote de los jerarcas de la Iglesia, y los ponían nerviosos por su vida ejemplar  de virtud y sin embargo discoincidentes en asuntos de dogmas teológicos. Pero no sólo en el siglo XX, sino que ya en el siglo XVII el obispo francés  Bossuet trató de soslayo el asunto de los cátaros. 

Nuestra pregunta  es si estos cátaros con sus doctrinas y modos de vida de religiosidad pura, surgieron dentro de la Iglesia o vinieron de fuera a evangelizar y a corregir los excesos de la jerarquía medieval.

Volvamos atrás:
Los benedictinos alemanes del Rhin, del siglo XII, detectaron con preocupación comunidades de cristianos que no observaban los preceptos de la jerarquía ni de los benedictinos, y sin embargo se autodenominaban los puros, pero no en alemán, sino en lengua griega, a pesar de que la lengua culta de los monasterios era el latín en Germania.

En griego, los puros, se decía “Cazarói”,  de ahí el nombre de “Cátaros”, y cuando los benedictinos alemanes  se dieron cuenta de su existencia y los  denunciaron, ya no  los controlaban, y descubrieron que estaban extendidos  por toda Europa en grupos herederos de no se sabía quién, desde hacía  más de cien años.

 En realidad, su origen ha quedado inmerso en la más absoluta oscuridad de la historia.

Por más que nos empeñemos, no sabemos nada de los cátaros a pesar de lo extendidos que estuvieron por Europa. No se conservan documentos;  fueron totalmente exterminados, quemados y olvidados.

Sin embargo 5 ó 6 siglos más tarde, ya en el siglo XVII, el obispo Bossuet -un malvado, por otra parte-, envuelto en el lujo de la monarquía francesa de Versalles, estudió todos los documentos que tenía a su alcance para condenar el protestantismo que tomaba fuerza en Europa, y en los documentos que encontró, buscó los puntos  en común que tenía el protestantismo con otras corrientes de pensamiento contrarios a la autoridad  de la jerarquía eclesiástica;  y encontró que hacía unos siglos, en la Edad Media había habido cátaros por toda Europa que disentían de la autoridad papal igual que los protestantes  de su tiempo que competían en doctrina con él y con el monarca  Luis XIV, con el que era uña y carne,  y que empezaban a extenderse. Bossuet veía que los protestantes luteranos eran un peligro para su monarca, quien le facilitaba toda clase de lujos. Por eso se le ocurrió la malévola idea de aprovecharse de la carta de San Pablo a los romanos para  decir que la autoridad del rey se la dio Dios directamente.Y como los cristianos eran gentes buenas, inocentes y dóciles, se lo creyeron. ¡Menudo pájaro! Le gustaban los ropones largos de tafetanes y “muarés” rojos y dorados y con muchos perifollos, que era el lujo y la ostentación de entonces.

 A la vez que inventó que la autoridad del rey -y la suya no digamos-  viene de Dios, lo que incluyó en sus sermones para que lo repitieran los frailes y curas en todos los púlpitos, introdujo también que los protestantes eran los herederos de los  puros de la Edad Media de hacía unos siglos, los cátaros,  y por lo tanto de los albigenses que eran los cátaros de la ciudad de Albi, y los Valdenses. Los Valdenses habían sido exterminados de la misma manera en la Edad Media por ser acusados de herejes, y de ellos no se quería guardar el más mínimo recuerdo porque también habían sido un peligro para  los jerarcas de la Iglesia, ya que seguían al pie de la letra el Evangelio, de tal manera que eran tan pobres que ni siquiera calzaban zapatos, por eso les llamaban  los insabbatati (deszapatados).

Pero, mira tú por dónde, Bossuet al tratar de denostarlos, nos trajo a colación a los cátaros y, sin ser su pretensión, nos los dejó para siempre en sus sermones y escritos. Algo tenemos que agradecerle: que no cayeran en el olvido absoluto.

El detalle curioso, y que supone una lucecita más para nuestras teselas, es que de algún documento antiguo, hoy desaparecido, sacó que los cátaros eran armenios que habían venido a Europa, y les colgó el sambenito de que fueron a su vez contrarios a Roma, lo cual era verdad a medias, pues los armenios alternaron en la historia unión y separación con Roma, y añadió otro invento: que los armenios no eran cristianos sino herejes maniqueos asiáticos y que predicaban la doctrina de que el mundo está creado por dos fuerzas, una satánica, la del mal; y otra angelical, la del bien. Lo califiqué de malvado porque esto sí que fue una calumnia.

Todo parece indicar, aunque por testimonios indirectos, que tanto los valdenses como los cátaros y en concreto los albigenses, eran los cristianos caucásicos, herederos religiosos de los primeros cristianos  del tiempo de Jesucristo, de los dos primeros apóstoles que salieron a predicar las enseñanzas de Jesucristo aun sin saber las lenguas de los pueblos que iban encontrando por los caminos. (No es de extrañar que el Libro de los Hechos de los Apóstoles  dé como milagroso el don de lenguas de esos apóstoles). Tuvieron que aprender distintas lenguas a toda prisa porque Jesucristo dijo a sus discípulos -fueran doce o fueran dieciocho, eso es lo de menos, aceptemos 12 según los posteriores escritos-; les dijo: “Id y predicar el Evangelio a todas las gentes”. Y se dispersaron.
No voy a contar aquí todas las tradiciones. Sólo un rasgo: que San Bartolomé y San Judas Tadeo, más  o menos 1.500 kilómetros campo a través y por veredas desconocidas para ellos, se dirigieron rumbo el Cáucaso, y tuvieron que aprender en poco tiempo las lenguas por donde iban haciendo paradas. Sin duda tenían facilidad para aprender lenguas distintas a su arameo; y se mezclaron con gentes sencillas de los pueblos dispersos entre el mar Negro y el Caspio y les predicaron el Evangelio. Sus feligreses fueron los primeros cristianos que formaron la primera iglesia armenia.

San Pedro se fue  al cogollo del Imperio, a la Nueva York de entonces, que era Roma; y detrás de él se fue San Pablo, que, por cierto,  era de Tarso, antigua Armenia. Allí les dieron zurras hasta detrás de las orejas, tanto es así que los mataron, pero dejaron un “ lío armao ” que ha durado hasta nuestros días. 

No obstante, los Cristianos del Cáucaso siguieron trasmitiendo, de padres a hijos, que los más auténticos, los más puros, los que no se salían del espíritu primigenio de Jesucristo, los del camino recto, y los primeros en adoptar la genuina doctrina de dar todo lo que tenían a los pobres, y por lo tanto los que no se salían ni un ápice de las enseñanzas de Jesucristo eran ellos, los armenios caucásicos. Los cristianos de Roma después de toda la historia que sabemos de persecuciones y  éxitos posteriores con la conversión del Emperador al Cristianismo llegaron a formar la organización más poderosa de la Tierra en todos los órdenes. Y paralelamente y resumiendo, los armenios también evolucionaron unas veces unidos a Roma y otras distanciándose pues no coincidían en todos los postulados teológicos. 

Con el correr de los siglos y evolucionando cada cual por su lado los armenios llegaron  a sufrir las persecuciones más feroces desde el surgimiento del Islam hasta la brutalidad de los Selyúcidas. Los armenios seguían fieles a la enseñanza fundamental  del Cristianismo, de poner la otra mejilla y amar incluso a los enemigos -así les fue- y sufrieron las matanzas y la desposesión de sus tierras y sus casas teniéndose que diseminar por todas las naciones. En Roma, los cristianos al principio perseguidos, con el correr de los siglos, tuvieron más suerte porque el Poder del Emperador Romano pasó al Pontífice Máximo de la Iglesia, quien ya detentó el poder más absoluto.

Durante lo que llamamos la Edad Media, tanto los armenios como sus pueblos vecinos, se aliaron con los cruzados europeos, sobre todo franceses y alemanes,  para vencer al Islam en aquellas tierras, pero, a pesar de las grandes inversiones del papado en las campañas y de los reyes de Europa, las Cruzadas, a la postre, fueron un gran fracaso y  los caucásicos, tanto los hablantes de armenio como del resto de las lenguas circundantes, tuvieron que refugiarse en Europa y dedicarse a los oficios que sabían, labrar la piedra y  cortar maderas fundamentalmente, pues la agricultura ya la cultivaban los oriundos europeos siervos de la gleba.

Desde el siglo IV en que el Emperador Romano cedió los poderes divinos al Papa, hasta el siglo X  se fue forjando una idea en Europa de llegar a constituir un reino Cristiano Universal,  donde confluyeran el poder civil y el poder religioso-eclesiástico en armonía perfecta. Evolucionan los poderes de tal manera que la corrupción corre paralela al poder político y económico del Pontificado de Roma contra la que se rebelan los Cátaros, Albigenses y Valdenses.

Lo malo para nosotros es que de los Valdenses, Albigenses y Cátaros en general, no tenemos más que conocimiento indirecto, por lo que otros hablaron de ellos para condenarlos por herejes, o sea, que nos los dieron a conocer los triunfadores de la historia, y ya sabemos lo que pasa con los vencedores cuando escriben historia, que todo lo deforman a su favor y al de su causa.

Lo cierto es que en la Edad Media, en Europa, hubo grandes grupos de población armenia, que fueron exterminados en uno de tantos holocaustos que sufrió este primer pueblo cristiano. Y los que se libraron de la muerte se escondieron en los montes y valles más apartados, sin escritos, olvidando en dos o tres generaciones sus orígenes y tratando de ser más católicos que el mismo Papa para sobrevivir a las masacres inquisitoriales.

El Lingüista romanista, vascólogo y armenólogo Vahan Sarkisián, después de identificar cerca de mil palabras iguales en vasco y en armenio, dedujo una alternativa: a) o que el supuesto pueblo ancestral vasco de España  y Francia se desplazó hasta Armenia, no se sabe cuándo, b) o que el pueblo armenio o buena parte de él se desplazó a Europa.

De la misma manera hemos de responder a la pregunta de si los armenios medievales citados por Bossuet, que se llamaron a sí mismo los puros y se diversificaron en diversas tendencias ideológico-teológicas, surgieron de los mismos frailes y jerarcas de la Iglesia de Roma más autocríticos y respondones o, por el contrario, vinieron oleadas de armenios y otros caucásicos desde Asia a trabajar y establecerse en  Europa. Si tenemos que responder con sentido común, el sentido común nos dicta lo más coherente: que durante la Edad Media vinieron oleadas de armenios a Europa y que hay que seguir investigando.

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